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Colaboraciones

Por Asel María Aguilar | 3 de junio de 2019
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Publicado en Miradas desde adentro

No me fue difícil encontrar la casa donde radica Advanced Studio, cruzando la Calzada de Diez de Octubre, en la Habana. Hasta allí me llevó mi nuevo proyecto literario sobre música urbana. De la casa salía una música alta, poderosa. Ruslan me recibió con una risa y con un beso. Estaban en medio de una grabación, un chico cantaba dentro de una cabina y aquello sonaba al reguetón del bueno, del que uno no puede escaparse y el cuerpo, discreto o no, se tiene que mover.
Desde siempre me ha gustado el reguetón. Recuerdo a Elvis Manuel y una tuba que se partía en unos cuantos pedazos, a Candyman y a aquel estribillo de una chica llamada Yunai con ciertas aptitudes internacionalistas.  Confieso que en aquel entonces me avergonzaba de mi preferencia; en mi entorno marcado por la poesía y la ciencia, el reguetón parecía no tener sitio. Pero sí que lo tenía. Alternado con trova, con salsa y hasta con música clásica, se hizo parte de mi mundo. Me reí de sus ocurrencias y alguna vez me escandalicé de sus procacidades. Pero en sus dosis exactas, el reguetón me vuelve más ligera y pedestre, me relaja y me limpia las preocupaciones. Vaya, que me hace el mismo efecto del té verde.  Me acerca al cuerpo y eso también se agradece. El alma necesita elevarse en los celajes y también, a veces, necesita hundirse en la tierra y que la saquen con una retroexcavadora.
Ya hace unas cuantas semanas del encuentro y a cada rato me vienen a la mente Ruslan y Master Vega,  esos dos jóvenes sencillos, de barrio, que  siempre soñaron con hacer música  y ahora que, con trabajo duro, lo han  hecho  realidad, también ayudan a  realizar el sueño de otros.
Creo que lo que me marcó del encuentro es la pasión de ellos a la hora de hablar sobre la música urbana. Para mí la pasión es el motor de todas las artes, de la ciencia, de todas las creaciones. La pasión es lo que convierte a los sueños en una materia tangible.  Y a Ruslan y Master Vega le sobran las ganas de hacer música y de gozar mientras lo hacen, en el poco tiempo que pasé con ellos me llenó su energía contagiosa y una luz que viene de la juventud, del talento o de la certeza de que lo que hacen, lo hacen bien y con alegría.
 Me encantó la manera de Ruslan de contarme anécdotas graciosas,  me habló  de la necesaria   unión de los músicos del género y del apoyo a los chicos que comienzan y que, como ellos, hacen de la música su idioma y su bandera; cada cual, con su lenguaje, su mensaje y sus vivencias. Master Vega supo, desde siempre, que lo que él quería era hacer música y todos los caminos lo llevaron hasta la creación.
No se pueden acallar las voces de barrio que no saben de academias, pero que sí saben del sonar de la calle, de la gracia de los contenes y las esquinas, del lenguaje simple, picante, a veces soez que  ha sido, desde siempre, parte de la vida. Hay pasión en Advanced Studio y a la buena vibra  y a la  voluntad, ¡no hay sueño que se les resista!

Por Asel María Aguilar | 26 de junio de 2019
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Publicado en Miradas desde adentro


Mylene Fernández es una de las más importantes narradoras cubanas en el actual panorama de nuestra literatura y el libro aquí comentado resultó Premio de la Crítica.


Agua Dura, de Mylene Fernández,   me ha regresado a lugares y épocas de mi vida que no recordaba,  la escuela y cuando las clases se poblaban  de retozos, de conspiraciones contra los maestros y las ciencias,  se acortaban  los nombres de los amigos y la vida toda, a ratos,  era un paso de risa. La física y sus leyes, las semillas y los elementos que se juntan y resultan  piedra, ave o agua.
“Habeas Corpus”  me  lleva a la orilla de un mar de sales y antojos disueltos. Mi madre siempre decía que vivir lejos del mar te ponía los ojos opacos, yo me reía de su ocurrencia hasta que descubrí que las madres raramente se equivocan.
…Se encaminó a la playa, imagen puntual de agendas y calendarios que le llegaban cada fin de año, poblados de fotografías de arenas blancas y mares azules siempre quietos, como posando eternamente para las cámaras o los ojos…
No hay  que esperar a un despido,  como la mujer de la historia de Mylene,  para saber que el mar cura casi todo, desde la piel al alma.  Quise encontrarlo en los lagos y los ríos de Europa. Me dije bueno, pues agua es agua. Pero no. Casi. Faltan la marisma, los minúsculos cristales en los labios  y la certeza de que las olas de verdad  rompen una  sola vez por continente.  Una playa de turistas, amantes o ladrones que cargan con todo lo que una tiene y si hay suerte, con todo lo que duele.
Cuántas mujeres habitan la muchacha del relato La pausa,  que intenta dormir y  engulle pastillas de colores como si fueran golosinas que devuelvan un poco de dulzor, la sonrisa o un descanso  que repare;   pero  solamente consigue soñar con un tiempo feliz que duele al despertar.  Pero creo que soñar con lo feliz es una semilla, una hendija, una promesa a mañanas con un poco más de luz.
…Pero esta mañana no había pastillas, sino la resaca de una borrachera, la foto borrosa de un amante fugaz y mediocre, y un sueño que seguía siendo lo más real de la jornada…
Porque hay y habrá despertares en que  los bancos  y las computadoras no se atasquen, abunden los cheques de derechos de autor y los porteros bondadosos. Las empleadas van a soñar con un amante pirata; la hija caprichosa y su  madre leerán juntas una historia de amor sin esperar  otra vida para darse ternura.
Según cuenta la Química, el agua contiene más sales de la cuenta. Lo mismo que a la vida y los recuerdos, al agua dura uno la filtra, la decanta hasta hacerla más ligera y potable. El libro encierra las vivencias de unas cuantas generaciones, las revive, las pasa por la criba de la nostalgia y en la última página, nos  acerca  a la comprensión y la ternura. Agua dura, pero inmensa, es este libro.

 

Por Asel María Aguilar Sanchez | 4 de Mayo de 2019
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Publicado en Diaz Pimienta

Para mí el mar no tenía nada de erótico y eso que nací en una ciudad con puerto. Desde mi casa podía ver el mar y si el aire estaba limpio,  los cayos a lo lejos. El mar  me sabía  a  café y a comida de la abuela; lo miraba  mientras esperaba el arroz con pollo del domingo.

Mar de religiones y rituales, de ofrendas de flores para héroes. Un Malecón que acoge a  los deportistas, los carnavales y los amantes. El trozo de galeón que la bahía de Manzanillo, a pesar de los años, no acaba de engullir.

Para mí la playa era retozo; recuerdo que en el verano íbamos a playa Las Coloradas bien temprano, todos los muchachos cargados de mangos y de  risas.  Me di cuenta de que estaba creciendo cuando puse una sombrilla en mi bolso y pude salir de la playa a la hora del almuerzo, sin el remordimiento de que estaba perdiéndome el mar. Cervezas, bikinis,  música y el agua  al alcance de la mano.

Con el mar tropezaron   mis curiosidades y los tantos paisajes por vivir.   Visto desde los aviones, el mar custodiaba la isla y mis afectos, se volvió   medida de distancia y de añoranzas. Dejó de ser el punto de referencia en mi paisaje cotidiano para serlo de cada una de mis nostalgias. Pero un día no pude componer en mi memoria el aroma del marisma, del diente de perro y los  cangrejos.

El Diario erótico  de Crusoe me devuelve a  una edad feliz  donde  soñaba una isla solamente para mí y para escapar de las tareas escolares. Me regresa a la época donde  viernes dejó de ser un día previo al fin de semana, que presagiaba juegos de barrio. Viernes fue amistad, esperanza y conjuro para  las soledades.

El  Diario me acerca a la sorpresa salada del mar: derroche  de humedades,  profundo como una mujer, cambiante como  el viento y el amor. Te hundes o lo dejas que se hunda en ti. Mar bravo como  el tridente de Neptuno pero que sabe, dócil,  lamer las orillas.  Un mar al que Alexis  pide que se vista de barcas y  se eche encima un montón de espumas para que no lo vuelva loco. Que se cubra la desnudez salada y extendida que da hambre y siempre deja con sed.
Gracias por trocar el mar de mis despedidas en otro, hecho de olas y deseos, vaivén de anémonas y leche marina. Dureza de corales, viagra líquida que revive al más náufrago y al más solo.
  Se dice que la vida surgió del océano, así que nos podemos permitir en el mar, una orgía de cristales disueltos y   una mancha de pequeñas muertes.  

Como, Italia, 13 de abril de 2019

Por Susana Camino, Rey Rodriguez, Asel María y Katia Barrios | 20 de April de 2020
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Publicado en Con Arte y Vida
 

Serie periodística de Susana Camino

En Alemania vamos por cinco semanas de cuarentena debido a la pandemia del Covid 19. Hasta ahora reconozco, por experiencia propia distintos tipos de grupos.

  • Los que entraron en pánico: No salen a la calle. Viven encerrados con mucho miedo de enfermarse o morir. Piden solo por internet desde la comida hasta libros, accesorios.
  • Los que se la saben todas: Conocen cada paso del virus, lo que está pasando y lo que va a pasar.
  • Los politiqueros y religiosos: Se la pasan discutiendo de quién tiene la culpa; que si el virus es de laboratorio, que si la naturaleza se la está cobrando, que si Cristo va a venir pronto.
  • Los metemiedo: Son los que siempre te escriben por todas las vías posibles que nos vamos a morir, que este es el final, que algo muy malo nos va a pasar.

En fin. La incertidumbre nos ataca y a veces hemos llorado, especialmente porque echamos muchísimo de menos a nuestra gente. No sabemos cuando vamos a tener de nuevo una vida con nuestra cotidianidad. La que nosotros mismos escogimos.
Le pregunto a artistas, empresarios, amigos. ¿Qué tal están llevando el confinamiento? Vamos allá.

Rey Rodriguez. Productor musical cubano-alemán. CEO de ReyRodriguez Productions
El confinamiento significa para mí el momento de parar. Una inmersión al vacío, a un fondo que no llega, pero que el silencio del camino consuela y alivia. Es el momento de prestar oído a esas voces internas que ya venían anunciando un llamado de paz conmigo mismo y con el mundo. Tregua a una lucha interna… Externa. Al torbellino en el que se ha convertido vivir. Es retornar al pasado, recordar una infancia en días de castigo, cuando dejar volar la fantasía y la creatividad salvaban esas horas o días de soledad impuesta. Donde aprendí a añorar una caricia, o ese abrazo materno por aquel entonces en continencia solo temporal.

Puerta que se tira a las narices. Forzado enfrentamiento con todo aquello de lo cual usualmente huimos.
Bofetada inesperada de la mano de una realidad, de dos, de tres.… Espejo sin magia, pies en firmamento…
Es recordar cuan frágil somos, batallas vencidas sosteniendo la esperanza de que ésta, aunque aún no ganada, se sume a una lista de hazañas, supervivencias y aventuras mágicas que suelo llamar vida.

www.reyrodriguezproductions.com

Asel María Aguilar Sánchez. Investigadora y escritora cubana. Radica en Suiza

Lo peor de estos meses ha sido el miedo. El miedo al aire, a las paredes, a las manos de los hijos. El mapamundi que se va poblando de círculos rojos, cada vez más cerca de los que amamos, de nosotros mismos.  Familias desoladas,  médicos exhaustos, tanta gente que no tenía que irse del  mundo.
 Pero hay algo bueno en el confinamiento.  Te desnuda de poses, poco a poco te vas acercando a ti mismo y al único universo que te es permitido. La habitación , la casa, tu vieja cafetera, la taza que alguien amado te regaló, un libro, una camiseta que nunca te atreves a tirar, la planta en la maceta, la voz del vecino. Se hacen más nítido los pequeños, invisibles tesoros de la rutina. La historia del abuelo, la sopa de la madre y la caricia del perro.

Es también tiempo para los recuerdos, la lectura y la música, o  para resolver angustias que siempre se aplazan para una estación donde no duelan; una estación que no existe. El confinamiento puede llevarte a esa estación que solo se alcanza cuando se acalla todo.
Estos días pasaran, se volverá a la carrera de siempre, me colmaré de calles, de gente, de oficinas. También de alegrías, de amigos, de fiestas familiares…
Pero  regresaré, de vez en cuando, a alguna costumbre que el confinamiento forzó: a la paz de las pequeñas cosas que estaban al alcance de la mano,  los pocos meses que se paró el mundo.

Asel María Aguilar: Cubapoesía. La Habana

 

Katia Barrios. CEO de Cubaidea. Plataforma informativa internacional

"Claustrofobia en tiempos de cuarentena": La forma en que estemos pasando estos días me imagino que debe tener mucho que ver con el temperamento de cada cual. En mi caso, soy hiperactiva, así que lo que más me afecta de estos días es estar encerrada en el mismo lugar. Para combatir el estrés que esto me causa, trato de enfocarme en pensamientos positivos solamente, ver en cada rinconcito posible de la casa un lugar distinto, y más que nada me mantengo ocupada, con trabajo que no falta, afortunadamente el concepto de Cubaidea me permite seguir haciéndolo desde aquí, y tratando de encontrar otras cosas en las que mantener mi mente ocupada sanamente... ya he transplantado 3 plantas! :D

Más que nada agradecerte Susana por esta bella idea que has tenido, ángel que eres, pues compartiendo como nos sentimos y entendiendo vivencias de los demás, nos unes y apoyas a tod@s!

Katia Barrios www.cubaidea.com

 

Les agradezco a los 3 el tiempo dedicado para la entrevista. Es importante que muchos nos lean,se identifiquen en este tiempo tan difícil para muchos. En todos los sentidos. Y ustedes? Qué significa para ustedes el confinamiento? Pueden dejarnos sin timidez sus lindas opiniones. Hasta las próximas entrevistas. Un abrazo cubano: Susana Camino.

Texto: Susana Camino. Rey Rodriguez, Asel María y Katia Barrios.
Fotos: Cortesía de los entrevistados. Muchas gracias.

Por Asel María Aguilar | 26 de junio de 2019
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Publicado en Miradas desde adentro

Le dije a los colegas que me iba a Sevilla aquella Semana Santa del 2008 y me encerré en mi piso de estudiantes, para acercarme a ella. La llamé tantas veces  que el teléfono se me quedó sin saldo; entonces cerré los ojos para que su voz no se escapara. Su voz tan pequeña como ella misma. En la oscuridad del cuarto recordé todos los detalles: el parto, su cumpleaños, el primer día de escuela y la magia de los libros.  Por el balcón se colaba el ruido de las procesiones de Zaragoza, más modestas, de seguro, que las de Sevilla. Yo tenía miedo de que  la algarabía de la calle  me robara   su risa. Su risa más grande que ella misma y ahora tan chica, como todo lo que  queda tan lejos. Ya mi curso está por terminar y estaremos juntas, indivisibles. Ella me había respondido   un “sí” muy tenue y yo adivinaba sus besos en mi foto y la comida  de la abuela que no lograba quitarle el frío. Aquella semana del 2008,  no pudo ser Santa para mí. Mis colegas de piso revoloteaban como niñas y llenaban la tarde con sus chistes. Yo salía a ratos, escondía mis ojeras y me inventaba una sonrisa. Y después regresaba a la cama otra vez a tejer un te amo que cruzara el Atlántico. Casi podía escuchar el ruido de La Habana y  el ladrido del cachorro que ella escogió como una suave, peluda prolongación de la ternura.

A la siguiente semana volví a la calle. Bajé por Corona de Aragón, crucé hasta la plaza San Francisco, le sonreí al anciano y al niño  que aún no ha probado los adioses. Calenté el alma  con un café,  al sol y entre la gente. Crucé el campus de la Uni Zaragoza y saludé a los colegas. Bella Sevilla, les dije.  Aun me duelen los pies de tanto taconeo.

Por: Asel María Aguilar | 27 de mayo de 2020
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Publicado en Portal del Arte Joven Cubano

No hay un personaje de Los años del silencio que no cautive y permanezca.

Kiandara niña. Pajarito de un padre que de dulce solamente tenía la sangre y que después de quemar su niñez en forma de muñecas está destinada a convertirse en pájaro de un marido que ella no eligió. Kiandara Reina. Ave rapaz que todo lo destruye pero que esconde, bajo los polvos de arroz, su sed de ternura.

El rey de los Ejércitos. Ama y sufre, lo mismo a lomos de un dragón trunco condenado a trotar sobre la tierra que en la habitación de la Reina. Hasta encontrar el odio que yace debajo de cada pasión desmedida. Pero una semilla, una pizca de amor sobrevive las traiciones y los bombardeos y renace para Joly.

Maie. Criatura marina que Nede y Kiandara hicieron su juguete. Sirenita de agua dulce, de piscina, con las cuencas vacías y escamas opacas por la ausencia de las sales del mar. Pero Nede y Kiandara pudieron amarla y, como hacen los chicos traviesos con su juguete favorito, terminaron por destruirla.

Los Muertos. Aunque habitan en la Ciudad del Silencio donde unos pocos elegidos pueden acceder, no tienen descanso. Su discurso, versiones del pasado y presagios de muerte escarban en las conciencias y no le dan tregua ni a la Reina ni al lector.

Harune el onnagata: Actor de principio a fin: en el teatro de madera del Abuelo y en el tablado que Elaine, con pases de maga, le inventó en cada página, palabra por palabra, imagen tras imagen.

La familia y la aldea, el poder y la gloria, todo lo anula su urgencia de actuar. Se funde a la Reina y la asimila, átomo a átomo clona cada una de sus células (lo masculino sobre lo femenino) y al final se queda con una copia, una versión de sí mismo por siempre contaminada por Kiandara.

Ulm. Esposa y madre que la trama convierte en un pequeño monstruo de la venganza, otro pececito de la mancha de Orsini. Un monstruo que no llega a serlo por completo, que sueña con una burbuja de felicidad y con una vida simple en el campo donde un bebé y su amiga Maka le sonríen.

Orsini. Con su tabaco en la boca como una abuela del Caribe, uno podría encontrársela en un portal habanero entre humo, cartas y caracoles, de puente entre dos mundos: uno visible y otro invisible. Pero Orsini, la bruja, la hacker que entrena peces-virus, se adentra en lo invisible para destruir a Varne. No le interesan Varne, ni el portal habanero, las cartas o los caracoles. ¡Todo por la corona del mundo virtual!

Los años del silencio es un libro que deja sin palabras y casi sin aliento. Poco a poco se disipan las batallas, los discursos de los muertos, los dracos, los drones asesinos y las traiciones; pero los personajes de Elaine se quedan rondando la conciencia. El alivio de que los monstruos no lo son tanto, que el mundo real supera en belleza a los mundos virtuales. La certeza de que, tabla a tabla, se reconstruyen los teatros y las vidas y que el amor y la risa sobreviven a todo cataclismo.

“Es hermoso todo. Es hermoso todo”, dicen Elaine y Kiandara, una y otra vez.

Por: Asel María Aguilar | 4 de junio de 2020
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Publicado en Con Arte y Vida

La escritora y poeta cubana Asel María Aguilar nos recomienda un blog nacido en estos tiempos, en los que necesitamos una grata lectura. Bienvenida a Con arte y vida.

 

Uno de los espacios hermosos nacidos en los tiempos del Corona es La Cabina Roja.

Un probador de una tienda de ropa de mujer de cualquier ciudad o país del mundo, esta vez virtual y atípico, de donde se sale abrigada de cuerpo entero, sobre todo el alma.

Cada miércoles en La Cabina se conversa. Antes de entrar, hay que desnudarse de prejuicios, entre vestido y vestido lo mismo se discute de amores, de masturbación femenina que de identidad sexual.

La anfitriona busca una pieza que le ajuste a cada mujer, con pases de hada ofrece la talla y la frase perfecta que hace sonreír, resolver complejos y recordar que cada persona es mucho más que un cuerpo.

Tatiana García Márquez se encarga de enseñarte tu propia belleza, de la que uno se olvida, sobre todo, cuando las balanzas y el calendario empiezan a hacer de las suyas.

En los textos se percibe una sabiduría que viene de la inteligencia, la sensibilidad y de la experiencia de vida. Ella es la protagonista, pero la narración en primera persona es solo un recurso para poner a su nombre situaciones que cada mujer ha sentido en la pasarela, muchas veces cruel, que es el mundo.

La prosa es fácil, lírica, con un sentido del humor refinado que se aleja del sarcasmo, más bien invita a la risa transparente.

Pase, cuelgue las tristezas, vístase con el universo de Tatiana!

Visita su blog: www.la-cabina-roja.com/

El Centro Cultural CubaPoesía convoca al Mitin Poético Virtual de la Habana este 28 de mayo desde las 10 de la mañana. Síganos en la página web www.ministeriodecultura.gob.cu y en el grupo de Facebook Amigos de Cuba Poesía